Historia ilustrada del arte virreinal peruano
El arte virreinal tiene excepcional importancia en el largo proceso de imposición de la cultura europea a la América Andina desde la captura del Inca Atahualpa en 1532, hasta la batalla de Ayacucho ocurrida en 1824; a partir de la cual se van consolidando las repúblicas hispanas de Sudamérica. Los cargamentos iniciales de oro y plata que envió Pizarro al Rey Carlos V deslumbraron a los españoles y produjo la masiva ambición migratoria hacia el Perú que se tradujo en una creciente fundación de ciudades y en el reparto de territorios y de poblaciones indígenas. Esto motivó la proliferación de encomenderos, mineros, terratenientes y hacendados.
El arte virreinal tuvo como razón de ser el servir como un medio de evangelización. La imagen ya sea a través de la pintura, imaginería o platería era el medio de difusión de la palabra. Más importante será entonces el contenido que la forma.
Juan de Bruselas y un grupo de plateros andaluces y extremeños inician su actividad en Lima. El platero flamenco llega desde Nueva España para desempeñarse como fiel de pesos y ensayador del Cabildo de Lima. Es muy dificil determinar el origen de las piezas de plata que coresponden a este periodo, pero sabemos que las primeras piezas que circularon en el virreinato fueron importadas desde Europa.
Se sabe que durante los primeros cuarenta años de conquista y asentamiento del virreinato hubo pintores españoles como los Illescas que pintaron a la usanza de maestros castellanos de fines del Siglo XV e inicios del Siglo XVI, pero de sus obras sólo se han encontrado escasos rastros. Los conquistadores españoles incorporan tablas hispano-flamencas de estilo goticista, las que se convierten en el primer contacto con la pintura europea.
Las múltiples influencias de estilo de la España renacentista del siglo XVI arrastraron goticismos que fueron desapareciendo mientras se fortalecía el manierismo. La arquitectura e imaginería son un claro ejemplo del triunfo del renacimiento.
Imágenes llegadas desde Flandes son tomadas como patrón por pintores de segundo orden que llegaron al virreinato por esos años, o por pintores locales sin mayor preparación.
Las órdenes religiosas que asumieron la tarea evangelizadora promovieron una permanente demanda de pinturas que fue creciendo en la medida que avanzaba la cristianización de las poblaciones indígenas. Los pintores europeos se vieron obligados a compartir progresivamente la demanda de obras con pintores criollos, mestizos, indios y mulatos, que se asociaron en gremios y cofradías. Se genera una gran demanda por temas religiosos para la decoración doméstica, para difundir devociones familiares ó lucir al santo patrón del nombre impuesto en el bautizo.
Se crea la Cofradía de San Eloy en la Iglesia de la Merced de Lima. Los plateros forman sus talleres en las zonas aledañas a esta iglesia, acercándose hacia la Plaza Mayor. Más adelante se establecen en la Calle de la Platería. En el Cuzco la cofradía de plateros se instituyó bajo el patrocinio de San Blas.
La llegada del hermano jesuita Bernardo Bitti marca el inicio de la influencia italiana que durará más de medio siglo. Bitti desarrolló su trabajo entre Lima y el Alto Perú, dejándonos pintura y escultura con características estéticas inconfundibles.
Mateo Pérez de Alessio, pintor del Vaticano con presencia también en Malta y Sevilla, llega al Virreinato del Perú en 1589. Su obra llegó al Cuzco y sur andino, y su estilo pictórico fue heredado por su hijo Adrián y Pedro Pablo Morón.
El italiano Angelino Medoro llega procedente de Tunja, estableciendo su taller en Lima y llevando su influencia hacia el sur, a través de sus discípulos Luís de Riaño y Pedro de Loayza.
Sabemos que Bernardo Bitti realizó relieves y esculturas con Pedro de Vargas en el Cusco y el Altiplano. Andrés y Gomez Hernandez Galván, escultores sevillanos también manieristas, siguen una ruta similar con presencia en Lima, Cuzco, El Collao y Chuquisaca.
Gregorio Gamarra es uno de los seguidores más importantes de Bernardo Bitti. Su pintura es estilizada, muy delicada y con un manejo muy especial y singular del color.
Desde Amberes llegaron estampas y grabados flamencos a partir del primer tercio del Siglo XVII donde Cristobal Plantín y Jean Moretus obtuvieron licencia de Felipe II, para la impresión y difusión de libros litúrgicos. Es así como llega el barroco a través de la línea de Rubens y Martín de Vos entre otros. Los pintores virreinales tomaron estos grabados como modelos iconográficos para ponerles color. Inicialmente respetando minuciosamente la imagen para luego ir dándole características propias. Es a partir de este momento que se marcan las características de las escuelas virreinales.
Con el pasar de los años, nuevas corrientes estilísticas, como el naturalismo, llegaron desde Europa. Poco a poco, la influencia italiana se iría disipando. Llegan a Lima obras de talleres sevillanos como el de Zurbarán, Murillo y Valdez Leal, así como de la escuela madrileña de Bartolomé Román ente otros. Aparece el claroscuro como influencia del barroco español, sumándose al naturalismo flamenco.
Si bien en esta etapa todavía podemos encontrar algunos razgos manieristas, la tendencia va hacia el barroco. La escultura en el virreinato del Perú tomara el camino del realismo español.
Tanto en la arquitectura como en la platería este periodo marca la transición del manierismo al barroco, iniciando la carga del detalle ornamental mas no grandes cambios estructurales.
Martín de Loayza, Juan de Calderón y Marcos Ribera, son los maestros más representativos del claroscurismo en el Cuzco. La pintura cusqueña va tomando caracteres realistas y dramáticos. Juan Espinoza de los Monteros, activo entre 1638 a 1669, fue un pintor singular que marca la transición hacia el barroco. En sus primeras obras podemos encontrar ciertas reminiscencias manieristas. Más adelante lo identificaremos como un pintor que logra un estilo propio, generando un balance entre lo italiano y lo español.
Pasada la primera mitad del Siglo XVII, el arte desarrollado en las ciudades tomará caminos diferentes. La pintura de Lima, ciudad capital del Virreinato, permanecerá sobria y medida, dentro de la línea académica.
Sin bien podemos encontrar cierta maniera en la obra inicial de Diego Quispe Tito, el pintor cuzqueño tomará definitivamente el camino del arte flamenco, acompañando las imágenes centrales con paisajes, bosques, riachuelos y villas.
La influencia de los plateros cuzqueños va rompiendo la rigidez limeña, influencia que se encuentra timidamente en los objetos litúrgicos, y con más libertad en los de uso civil.
En Quito el desarrollo de la pintura va en paralelo con las demás ciudades, conservando su colorido característico a la par del rigor académico con que fue elaborado su arte.
Después del terremoto de 1650 en el Cuzco hubo una gran actividad artística, auspiciada por el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo, quien llegó a esta ciudad en 1673 y trajo consigo una importante colección de arte flamenco y español. Basilio Santa Cruz Pumacallao, pintor indio del Cuzco, marca el inicio del barroco en la pintura cuzqueña, estilo pictórico que permanecerá en boga hasta entrado el siglo XVIII. Su arte está plasmado de gracia, movimiento y una paleta rica en color.
Se trata de el platero más importante de fin de siglo en el Cuzco. Sus obras incorporan una decoración recargada, caracterizada por el calado y esmaltado. Sus piezas, muy apreciadas, llegaron hasta iglesias en España.
Para el último tercio del Siglo XVII los pintores indios y mestizos pertenecientes al círculo de Quispe Tito y Santa Cruz, trabajan de manera independiente. Se trataba de un gran número de artistas que trabajaron en paralelo con los europeos y criollos, siguiendo los cánones que marcaba el gremio. Se van acentuando las características de la escuela cusqueña tanto por la decoración como por el sobredorado que aplica durante este periodo. Los pintores españoles de la ciudad del Cusco realizan un petitorio al Corregidor indicándole que el tradicional arco de Corpus será realizado en esta ocasión sin la participación de los pintores indios. Este petitorio causa la división del gremio, y como consecuencia la pintura toma rumbos diferentes. Los pintores indios se alejarán de los patrones flamencos y españoles que seguía el gremio, y tomarán el camino independiente que caracterizará la pintura cusqueña del siglo XVIII.
La muerte del Obispo Mollinedo y Angulo sumada a la división del gremio de pintores del Cuzco, marca una nueva etapa en la pintura cusqueña. Aparece una gran demanda en Hispanoamérica y contratos notariales especificando temas, medidas, detalles, transporte y entrega.
A diferencia de la pintura y la escultura, que asimilaron influencias estilísticas llegadas desde Europa, en la platería se forma un lenguaje propio, exclusivo e inconfundible. El elemento floral adquiere gran importancia en este periodo.
La producción se hace masiva, y la escuela cuzqueña termina por opacar a las demas escuelas regionales del virreinato del Perú. La pintura sigue tomando los grabados como base, pero se torna plana y muy decorada, siendo la autoría compartida entre especialistas en rostros, ropajes, paisajes, etc.
Aparecen exquisitos diseños repujados, tanto en frontales como en atriles, haciéndose cada vez más recargados. Sutiles diferencias nos pueden orientar acerca del origen de las piezas que corresponden a este periodo.
La pintura que llega a Lima en el siglo XVII de los talleres de Zurbaran, Murillo y Ribera aún influye en los pintores de la ciudad capital del virreinato, que como tal, se mantuvo apegada a lo hispano. Cristóbal Lozano es el pintor más importante de Lima, seguido de Cristóbal Aguilar quien también destaca durante este periodo.
Marcos Zapata fue el pintor cuzqueño más importante a mediados del Siglo XVIII. Su producción llego hasta Chile y argentina, y su carrera se desarrolló por alrededor de 25 años. Después de Quispe Tito, Zapata es el pintor más influyente del Cuzco, dejando importantes discipulos y seguidores hasta 1780. Cipriano Gutierrez e Ignacio Chacón son los seguidores más cercanos a Zapata, tanto temporal como artísticamente. Heredan el colorido de su maestro, pero su arte se plasma muy delineado y sin profundidad.
La platería Limeña recibe las influencias del rococó, incorporando la rocalla tímidamente y manteniendo su tradicional sobriedad.
En la pintura Limeña hacia el fin de siglo destacan José Joaquín Bermejo, Joaquín Urreta, Jualián Jayo, Juan de Mata Coronado y Pedro Díaz. Esto pintores son los responsables del renacimiento de la pintura Limeña, basada en el siglo de oro de la pintura española y los nuevos aires de los Borbón.
Antonio Vilca será de los últimos maestros de la escuela cuzqueña con personalidad propia. Su estilo es muy personal y reconocible por el uso de la rocalla que llega a través del grabado alemán.
Para este periodo la abundante producción cusqueña es copada por la decoración, a tal punto que los detalles anátómicos, la composición, perspectiva y gama cromática han pasado a un segundo plano. El fino brocateado en pan de oro se ha convertido en un plano aplicado sin considerar el movimiento del volumen sobre el que se aplica.
La plata reemplazó al vidrio y a la cerámica en la fabricación de objetos de uso doméstico y vajilla. Los artesanos elaboraron adornos, tazas, jarros, azucareros, mates, mistureros, etc, aportando nuevas formas a través de un lenguaje cada vez más creativo.
Matías Maestro, arquitecto y pintor español, es el responsable de traer los aires del neoclasicismo a Lima. Junto con José del Pozo interviene a Lima Barroca y la acerca al academicismo. La pintura, escultura y arquitectura toman una nueva ruta hacia el final del virreinato.
Ya desde los primeros movimientos emancipadores del siglo XVIII, se da una revolución formal a lo largo de todo el virreinato del Perú. Lo inca renace y se fusiona con los aires de la ilustración.